Solo dos o tres apuntes.
Parece que después de más de 200 años de existencia como país independiente el mundo occidental ha descubierto a Haití.
Haití es ese país que comparte la isla La Española (así la bautizó Colón, no sé como la habrán llamado sus habitantes originarios), decía que comparte la isla con la República Dominicana; lo digo con la menor ironía posible después de estar bombardeado durante días con información que cualquiera que haya hecho la escuela primaria sabe; aún cuando muchos avispados periodistas ni idea de dónde-cómo-cuándo (nunca nombran los “quienes” que hicieron y hacen, y parece seguirán haciendo, que Haití sea el país más pobre de América y del hemisferio occidental, aunque por ejemplo TN lo nombre como “el país más pobre de Latinoamérica” como si la palabra “pobre” no pudiese codearse con la palabra América), ahora somos todos especialistas.
Llega la ayuda de muchas partes por suerte, o por sacudirse el problema rápidamente escudados en una suerte de caridad ¿cristiana?. Llega del mundo la ayuda humanitaria, la comida, los medicamentos, los médicos, los brazos voluntarios, los brazos involuntarios, los brazos pagados, los brazos armados; llegan del mundo a querer reparar la realidad atroz (que ya era atroz antes y desde hace mucho tiempo, en una especie de terremoto eterno), y llegan por ejemplo de la Gran Democracia del Norte de América (y claro que no me estoy refiriendo a Canadá) , llegan de allá enviados por los dueños del mundo un número de marines que no quiero repetir por vergüenza, porque no puedo o no quiero creérmelo, pero sabiendo que incluso una cantidad muy inferior de esa que va en "ayuda" de “hombres armados” se llama en cualquier lugar del planeta: Invasión. Los franceses, correctísimos, se acuerdan ahora, cuando sino, de pedir la condonación de la deuda siempre impagable y ya no arrojan a patadas fuera de sus fronteras a los haitianos que llegan con una mano atrás y otra adelante, si manos tienen (¿cuánto tiempo durará esta tregua de expulsados?). Porque sabrán que Haití tiene expulsados a todo lo ancho y largo, por ejemplo habrá 1000 "balseros" haitianos por cada cubano, aunque aquellos no son recibidos por la tele de Miami y alojados y arropados y perfumados, son recibidos por la marina a tiros y deportados primero a Guantánamo (ahí en el mapa pueden ver lo cerquita que está la base u.s.a. de Haití) y luego expulsados como perros rabiosos y sarnosos y malditos pobres y comunistas de mierda aunque no sepan ni que son ni a donde van, de vuelta a la realidad haitiana que los brothers for ever in arms ayudan a construir todos los minutos de la vida haitiana.
Bué, eso; cansado, con los huevos al plato de escuchar pelotudeces por tele y por radio y en la oficina y en la calle y en la cola del supermercado, gente diciendo tonterías que dentro de 3 segundos cuando la inmunda CNN se olvide o no pueda mostrar lo que en realidad pasa en Haití, pasarán otra vez a ver como “estalla el verano” en toda la costa atlántica y la-que-sea menos la de la “isla la española sector occidental”.
Más despeinado que nunca, pero (parece que hay expresiones como “sin embargo”, “no obstante”, incluso el mínimo “mas” sin acento, para reemplazar al “pero”, but a mi me gusta el “pero”), pero, decía, ya tranquilo, les quería decir como les digo, a quien le interese, que la historia de Haití es interesantísma y de una singularidad novelezca, no la voy a contar aquí ni pizca, pero si andan por ahí coincidirán luego luego conmigo y sabrán de que les hablo.
"El Reino de este Mundo" de Alejo Carpentier, en mi edición de Editorial Pueblo y Educación, Ave. 3ra. A Nº 4605, entre 46 y 60, Playa, Ciudad de La Habana. Haití y yo.
¿De qué me diferencio de los pelotudos que hablan al pedo u “oportunamente” en los medios? ¿Qué legitimidad tengo para despegarme? Ninguna; estoy ahora tomándome un vaso de cerveza artesanal (¿será?) “Patagonia”, escribiendo esto con aire acondicionado, escuchando Serú Girán, y dentro de unos minutos seré interrumpido con un llamado para cenar. Soy uno de "esos" ejerciendo en este mismo instante la estupidez de una “indignación a medida para la ocasión”, pero con un tantico de buena conciencia de saber que hace años que pienso en Haití.
La primera vez que supe de Haití, antes que en la escuela, fue por el Mundial de Fútbol 1974 (soy argentino y fulbolero). Luego fue ver esa bandera (ahora cambio de orientación vertical a horizontal y de color) pero igual fue la primera que ví con plantas, ¡y eran palmeras! (ahora sé que es una sola palmera, antes veía muchas), y los colores en las fotos de El Gráfico; después fue un médico haitiano de mi pueblo (hay un partido de ping-pong express histórico), el primer negro (¿será decir “negro” incorrectísimo?) que veía en mi vida face-to-face. Luego proyectos de naufragios y viajes juveniles (que podían incluir por ejemplo remontar el Mekong o arrodillarse ante el increíble Uluru), y el vudú (no el ministro), y los zombis, etc.etc.etc.
Pero bué, cuando lo posible se empezó a hacer probable, Haití entró en mi plan de navegación, y muy arriba en la lista de prioridades.
El deseo de conocer Haití fue una de las 16 ó 17 razones por las que decidí aprender francés (así vacuo, despeinado y disperso como pueden verme, tengo cierto orden interno, incluso “algo” que puede llamarse “interno”). El click definitivo fue haber leído el libro “El Reino de este Mundo” de Alejo Carpentier, ahí decidí subrayar “Haití” en mi lista tipo “Death List Five” de la Black Mamba en “Kill Bill”.
Pero (otra vez), llegar a Haití nunca fue tarea fácil, y nunca pude hacerlo, tuvo que caer de mi lista, ya no tengo 20 años y me pasó saber tener amigos instantáneos y querer hacer caso a sus palabras.
En el año 2000, había llegado al Hospedaje Santos de Managua junto con Stefano, un ingeniero y futbolista amateur italiano que vivía en un pueblito de Honduras, y que conocí en el TicaBus que nos traía desde San José.
Las noches del Santos dentro de las noches de Managua tienen algo especial, bué como todas las noches en que uno se encuentra a gusto y sin absolutamente ninguna preocupación.
Las luces del Santos se iban a las 11, pero ahí seguían las mesitas del patio techado con bandera FSLN rojinegra incluida y, claro, no faltaban las Toñas y Victorias. Llegando a la madrugada y a un incontable número de botellitas que invadían la mesa cual marines se han cansado de invadir cualquier lugar de Latinoamérica (incluidas islistas como Grenada y Barbuda), quedamos Stefano, Simon et moi. Simon era, es supongo todavía, un muchacho suizo que decidió que era más divertido viajar por lo que sea al sur del Río Grande, y a pesar de lo que sea, que quedarse esperando los puntuales y pulcros días de Berna. Y Simon es la única persona que conozco que estuvo en Haití (conocí al Dr. Casseu, ya les dije, pero jamás hablé más de tres palabras con él). La charla llegó a Haití nominado como “el peor lugar en el que estuve”, eso sonaba muy fuerte, especialmente porque Simon también ya había recorrido parte de África y Asia. Ante mi curiosidad, y mi perplejidad aún cuando sabía muy bien que la realidad haitiana era durísima, Simon nos describió la insoportablemente atroz vida que llevaban el 98% de los haitianos Y COMO NO HABÍA NADA AHÍ, A VECES NI SIQUIERA UNOS DÍAS QUE SE ATREVIERAN A PASAR. Aún aplicándole el “coeficiente relato de viaje”, o el “nivel de alcohol en sangre” o “charla espectacular en madrugada de amigos interplanetarios”, o “confusa lengua mestiza a lo que salga”, no había forma de verle brillo a algún momento de la vida en Port-au-Prince. Al final de su relato yo insistí, loco-aventurero, en mi deseo de visitar Haití, y Simon me miró muy fijo, una mirada amable pero fuerte y me dijo: “Anibal” (ja, hacía 5 horas que nos conocíamos y ya éramos amigos inseparables, hay personas que hace 5 años me conocen y me dicen: “che, porteño”, y ni siquiera porteño soy), decía, me dijo en su casi impecable castellano aprendido en Santa Cruz de la Sierra : “Nejimaki, en serio, NO VAYAS NUNCA A HAITÍ”.
Esta obra se llama "El Dolmen de Mondrian" (2004) por Reinerio Tamayo, parece que pintor cubano en Cuba. Me acabo de enterar quien es el artista gracias a una gugleada salvadora. La imagen la había guardado cuando buscaba el cuadro de Piet Mondrian que está por allá abajo. Veo su sitio, el de Tamayo, y es realmente interesante.Esto está aquí para emparejar la tristeza-haití y ponerle algo de luz a la imaginación de ese mundo desprovisto de la tranquilidad para detenerse un segundo a pensar sobre la necesidad del arte.