Hoy hace exactamente 20 años se creaba en
el Hotel Kohly de
la maravillosa ciudad de La Habana la Brigada 30 de
Noviembre.
Lo primero que se preguntará Usted (imagino que
leerá esto y se preguntará algo, sino como diría Charly ¿para quién canto yo
entonces?), decía que Usted se preguntará: ¿Por qué si se creó un 1º de
Diciembre la brigada se llama 30 de Noviembre? Y yo le responderé (y no puede
decir ahora que a nadie le interesa porque fue Usted el que preguntó) sucede
que en el ambiente encantador de las noches de La Habana hubiera sido una
impertinencia andar fijándose en burocráticos detalles como eso de los husos
horarios, los “a.m.” y “p.m.” (Interrupción: recuerdo que una vez en las calles
de La Habana una señora me preguntó la hora y le respondí mi lectura directa,
algo así como: “Las 16 y 37” y la señora me dijo “Oye chico, ¿y pol qué tu me
das la hora milital?” Fin de la interrupción) y entre los sonidos del trés y
del bongó y, fundamentalmente los vapores del alcohol, en nuestro biorritmo y
cuenta ancestral del tiempo estábamos aun en el día 30 de Noviembre (¡Ojo! Hay
que decirlo, se manejó la propuesta de nombrar a la brigada con el surrealista
“31 de Noviembre”, moción que fuera rechazada no por artística sino por evitar
ser atrapados en las redes dialécticas del enemigo que nos trataría seguramente
como ignorantes); pero Ustedes sabrán, hoy no es aquella encantadora noche
habanera, o sea: la responsabilidad del historiador debe dar alguna certeza, y
la verdad es que esta hermosa roca azul que nos lleva en viaje por el universo
estaba surcando el espacio en el momento angular que en occidente identificamos
como 1º de Diciembre de 1992.
Bué, zanjado ese primer
y muy pertinente interrogante, les contaré (“para quien le interese”, como dijo
Baglietto muy dignamente en medio de los chiflidos de muchos concurrentes a la
boite Menphis en Junio de 1982 cuando estaba con su excelente banda
pretendiendo tocar “Historia de Mate Cosido”) que un grupo de “turistas”
solidarios con la Revolución Cubana estábamos altamente indignados con la suba
del precio del mojito casi minuto a minuto; hecho que atribuíamos a una clara
desviación capitalista de las autoridades del Hotel Kohly (recientemente
reinaugurado para hospedar al boom turístico de esos tiempos de período
especial, dejando ya de lado el albergue de observadores y agregados soviéticos
que se habían quedado sin país hacía poco, y sin revolución hacía mucho); esa
inflación inaudita en el precio del preciado elixir (¡ja! “precio del preciado”
muy bueno che) fue el detonante para la conformación de la Brigada 30 de
Noviembre, cuya primera acción sería pintar en el paredón medianero detrás de
la piscina la exigencia: “¡BAJEN EL MOJITO, CARAJO! Fdo. Brigada 30 de
Noviembre”. La acción revolucionaria jamás pudo llevarse a cabo, primero porque
no nos poníamos de acuerdo con la letra adecuada y los colores de la pintada,
luego porque la noche estaba tan linda y la música del trés y del bongó era tan
embriagadora que nos distraía hábilmente de nuestros reclamos, y finalmente
porque los mojitos, aunque pagados cada vez más caros a medida que avanzaba la
madrugada, eran más embriagadores que la música, y ya no hubo forma de
indignarse porque resultó desembocar en un “pedo alegre” muy lejos del “pedo
pendenciero” que requiere la lucha contra las desviaciones capitalistas de la
revolución.
(la brigada en pleno camuflada en frente de La Bodeguita del Medio, para no develar sus rostros disfrazado de Milo Sotomayor el Barba, de espaldas caqui Tati, de espaldas rosa el Colo, Don Hamlet y yo de vendedoras)
Los integrantes fundadores
de la brigada éramos: como subcomandante, líder e ideólogo el Barba (bahiano,
de Bahía Blanca, reconocido integrante de la barra seguidora del Tricolor), los
canallas rosarinos Tati y el Colo, y finalmente yo. A eso de las 3 de la joven
madruga se incorporó el último militante, recienvenido de una travesía nocturna
nunca descifrada, ajado y amarillento llegó Don Hamlet, que adhirió casi
automáticamente a todos los principios y consignas y, claro, al cada vez más
caro mojito.
Las tertulias de la
Brigada 30 de Noviembre que se desarrollaron a fines del año 1992 en el quincho
del Hotel Kohly, siempre noctámbulas y madrugadoras, fueron maravillosas (como La Habana) e
indescriptibles (y también hay que decir que muchos “turistas” célebres y
solidarios repudiaron esas reuniones enfundados en sus joggins de ciré con algo
de “fiaca” o en voces graves enviando agudas críticas “sin anestesia” a la
revolución real), por eso quería celebrar ese recuerdo, y especialmente con
orgullo decir que nuestro amigo Don Hamlet Lima Quintana entre muchas obras
bellas escribió los versos de estas dos zambas que invito a que se regalen la
emoción de escucharlas.
"Zamba para no morir"
por Luis Salinas
(esta es una de las versiones que más me gusta, cada cual tendrá la suya)
"Zamba del duraznillo"
por Mercedes Sosa
(esta es mi zamba favorita)
(las fotos de La Habana fueron tomadas en Diciembre del 92)
Ya sé que esta les parecerá una historia insignificante, pero bué, para mí es un gran recuerdo, después de todo no soy ni fotógrafo del National Geographic ni astronauta, y de historias insignificantes de un oficinista se trata este blog.
Y, dándome prisa que ya son las las 4 y 10, les cuento que volví a ver a Don Hamlet en medio del caos fin del 2001 y principios del 2002, pudimos intercambiar 6,7,8 palabras apretados en una multitud, y experimenté la gran satisfacción de saber que él también recordaba aquellas noches como maravillosas e indescriptibles.
Y, dándome prisa que ya son las las 4 y 10, les cuento que volví a ver a Don Hamlet en medio del caos fin del 2001 y principios del 2002, pudimos intercambiar 6,7,8 palabras apretados en una multitud, y experimenté la gran satisfacción de saber que él también recordaba aquellas noches como maravillosas e indescriptibles.
¡Ciao, y que la pasen salvaje!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
algo más para decir