martes, 12 de marzo de 2013

De otras entradas recientes, cerrando un círculo


Ayer Doluglas Adams hubiese cumplido 61 años, eso lo ví en "la imagen del día" de google, por eso lo cité (la vida, el universo ... y todo lo demás...) mientras escribía sobre "Cartas marcadas" de Dolina; y luego mientras transcribía un fragmento leí  "la muerte de Carlos Gardel" y me acordé del libro de Antonio Lobo Antunes; finalmente hice la "promesa electoral" de incluir por acá el capítulo 53 del libro de Dolina, hoy cumplo, otra vez
Anibal cumple, Nejimaki dignifica.
Pasó también que la semana pasada les conté, o mejor dicho me conté a mi mismo, alguito sobre "Historias de Cronopios y de Famas"; antes de ayer me enteré que había peli en post producción, va el trailer:






Del libro “Cartas marcadas”
de Alejandro Dolina










Capítulo 53
Una noche en el Club de los Suicidas
(Falsificación del capítulo anterior)

La noche del solsticio de verano, el Club de los Suicidas estaba en sesión. Las cartas ya se habían repartido. El mago Leblanc paseaba por el parque solitario y aburrido, esperando que sirvieran la cena. Llevaba en un bolsillo interior el tres de corazones que garantizaba su superviviencia. Algunos socios tenían por costumbre guardar su carta sin mirarla hasta último momento, justo antes del amanecer, cuando se mataban los portadores de los comodines. Leblanc había intentado algunas veces permanecer en esa desesperante ignorancia. Nunca había podido soportar más de un cuarto de hora.
La hermandad suponía que un suicida era proclive al derroche y al desenfreno. Cada reunión costaba una fortuna. Muchas veces se contrataba a estrellas de cine y de la música. Desde luego, se ocultaban los verdaderos fines del congreso: a la hora de las muertes solo estaban presentes los socios.
A medianoche, en la penumbra del gran salón, Leblanc bailó unos tangos con una muchacha argentina de increíble belleza. Se llamaba Hortensia Lagos, era inteligente y misteriosa. Él se enamoró inmediatamente y con despliegues de ilusionista intentó seducirla durante largas horas. El mago comprendió que ella lo estaba rechazando del modo más encantador: contestaba sus demandas con risas, se pnía a bailar si él la abrazaba, calumniaba a Sastre para desarmar el silencio.
De todos modos, no se separaron en toda la noche. Cerca de las cinco, cuando el parque estaba lleno de borrachos, se sentaron al borde de un estanque. Leblanc presintió que ya no volvería a verla y tuvo miedo. Por primera vez un peligro lo asustó. En un arrebato, tomó las manos de Hortensia y le suplicó que lo amara. Ela no dijo nada.
Entonces, el mago mintió. Dijo que le había tocado un comodín y reclamó para sí las prerrogativas de un condenado. Ella aceptó. Se encerraron en un cuarto del primer piso y desde allí escucharon la campana que convocaba a la reunión definitiva en el fondo del jardín.
Leblanc y Hortensia caminaron en silencio y fueron los últimos en llegar. Los señores Aubry y Guizot, desde la plataforma de un pequeño templete, contaban a los presentes y daban órdenes escolares. Guizot pidió silencio y se dispuso a pronunciar unas palabras de rutina.
   -Te engañé –susurró Leblanc-, en verdad me tocó el dos de diamante.
Ella lo miró con dulzura y sonrío. El mago oyó, avergonzado, los pomposos rodeos que utilizaba Guizot para preguntar quiénes tenían los comodines.
Súbitamente, Hortensia lo besó en la mejilla y caminó hacia el estrado, con la mano en alto, mostrando a todos su carta del bufón, la carta de la muerte.
Leblanc huyó. A toda carrera llegó hasta su motocicleta justo a tiempo para encenderla y tapar con su estruendo el sonido de los disparos.



"El inciso estoy equivocado es una paradoja"
(dice un personaje de Dolina)

"La muerte de Carlos Gardel" de Antonio Lobo Antunes
(no es fácil, hay que animarse)


martes, 5 de marzo de 2013

De-rama-en-rama: Kafka-Oficinista-Hipnotizador-Cronopio-Samsa-Katadreuffe-Kafka

Iba "de-rama-en-rama", pensaba en mí, en lo que soy, en como uno no puede dejar de ser lo que hace, uno es "lo-que-hace", recordé "El hipnotizador" que había leído hacía unas semanas y su ambiente kafkiano a mis ojos de oficinista que no puede dejar de ser un oficinista, porque eso es lo que hago. Luego Maia me pidió que le lea un cuento corto, y en cinco minutos pasó todo esto que viene aquí abajo y no hace falta ni que le eches una mirada.

"El Hipnotizador"
de Pablo De Santis - Juan Sáenz Valiente


Cuando hace dos meses leía y miraba "El Hipnotizador" mis pensamientos iban siempre hacia Kafka; bué, no sé porque mis pensamientos están siempre viajando hacia Kafka, o si sé. La cuestión es que me remitía a Kafka más allá de mi normalidad. Hoy mientras iba "de-rama-en-rama" y al momento de llegar al Señor Arenas, el Hipnotizador, y claro a Kafka, Maia me pidió un cuento corto; enseguida pensé en Monterroso (¿en quién sino?) pero los mini-relatos resultaban ser demasiado cortos, lo que me hizo desembocar finalmente en Cortázar. De la lectura rápida y "persecutoria" Monterroso-Cortázar pintó una coincidencia en el resplandor que la electricidad de mi cabecita transformaba en constelación.
¡Ah! "El Hipnotizador": excelente de veras, kafkiano, novelescamente negro y con apariciones de ciertas caras que van desde la broma mordaz a la ironía, y también al homenaje.

"Historias de Cronopios y de Famas"
de Julio Cortázar

Este minicuento...
Historia
Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.



"La Oveja Negra y demás fábulas"
de Augusto Monterroso

Me llevó a este que había leío unos segundos antes, y aquí está...
La cucaracha soñadora
Era una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha.

(aquí arriba ¿El cuento más corto de todos los tiempos? "El Dinosaurio")

"La Metamorfosis"
de Franz Kafka


Y había que citarlo abriéndose camino...
"Cuando Gregorio Samsa despertó aquella mañana, luego de un sueño agitado, se encontró en su cama convertido en un insecto monstruoso ...
-¿Qué ha sucedido?
No, no soñaba ..."



"Carácter" de Mike Van Diem
(Una de las películas más kafkiana que recuerdo)


lunes, 4 de marzo de 2013

HOY: Hace 30 Años se grabó el disco "Entre Amigos" de Luis Eduardo Aute (Efemérides importantísima de este pequeño mundo personal)



Ayer o antes de ayer, dialogamos “en miniatura” por feisbuc con Fabián a propósito de la canción “Las cuatro y diez”. Hoy 4 de Marzo de 2013 me animo a continuar ese diálogo con esta, seguramente, importante efemérides de mi pequeño mundo personal.
Hoy hace 30 años que se grabó el disco "Entre Amigos" en que por primera vez escuché “Las cuatro y diez”.
¿30 Años no es nada?





(Estos videos debieron estar colgados casi 4 años atrás)



"Las cuatro y diez"


..."James Dean tiraba piedras a una casa blanca,
entonces te besé"...
(en "Al Este del Paraíso")



(Se pueden ver entradas del 19 de Mayo de 2009)
(en las que todavía no sabía subir videos)

domingo, 3 de marzo de 2013

3-Libros-3 - ¿Lemprière x Cucurto = Dolina? (Una manera de empezar el año)

Los primeros 3 Libros 3 que leí este año.
El Lemprière empezó a fines del año pasado y resultó una labor laaaaaarga; cuando decidí seguir con Cucurto me causó gracia andar por lecturas tan distintas; bué, hasta que volví a Dolina y me gustó ver que en esas cartas marcadas podían dialogar textos tan diferentes como Lemprière y Cucurto.


 "El diccionario de Lempreière"
de Lawrence Norfolk
Me costó un huevo (disculpen la imagen cultísimos 3 ó 4 lectores de este blog) abrirme paso por esta historia; me resultaba muy áspero, confuso, fragmentario, innecesariamente rebuscado y pretencioso (y claro, no quería decirlo, tal vez para no echarme tierra encima solo, algo aburrido). Me recordaba el barroco cubano, que tiene su ritmo y si no se lo encontrás no hay con que darle (recuerdo haber empezado como 5 veces "La consagración de la primavera" de Carpentier antes de leerlo de un tirón). En la duda de hacer zapping y reintentar cuando mis neuronas tuvieran algo de electricidad, hice un análisis extra-lectura que consistió en lo siguiente (dos puntos): Este libro tiene traducciones, la editorial es Anagrama que difícilmente publique literatura inleible, mi edición es una de compactos (o sea, una reedición más económica), existe algo que se llama "negocio editorial"; entonces, tiene que haber miles de personas que pudieron leerlo y llegar a las casi 700 páginas, yo no podía abandonar cobardemente como un lector de material masticado y escupido. Seguí con lo que me quedaba de fuerza y "comprendimiento", en definitiva fue una buena decisión.
Transcurridas las páginas de naufragio y zozobra ("naufragio" y "zozobra" palabras ajustadísimas para este cuento) todo, o casi todo, empezó a iluminarse y tener sentido. Los resplandores de novela negra; literatura del siglo XIX (algo de Dickens, una pizca de Dumas, Stendhal?); mitos clásicos retomando forma mágicamente; hechos inquietantes; ambientes cinematográficamente reconstruidos en mi atropellada recepción intelectual como fuente de invenciones posteriores (alguna impresión "Lost", por ejemplo); una precisa, celosa y detallada puesta en escena histórica; muchas sorpresas; todo condimentado con un idioma poético inusual (por lo menos en la traducción) que dejaba un muy buen sabor general.
De qué trata la historia se puede leer en cualquier sitio especializado de la web (e incluso en la inmunda Wikipedia se puede verificar que John Lemprière, el personaje principal, estuvo en este mundo como una persona real) o previsibles contratapas y solapas.
Y cuando andás medio tambaleando la lectura te regala imágines como esta de la página 391, por ejemplo:
"...Había dejado el río atrás, al norte, y caminaba por el laberinto de callejuelas de New Road. La atmósfera tenía un tinte verdoso, como si Lambeth estuviera sumergido en el agua.
El vino había pasado de la botella al vaso en cintas de color rosado que se superponían unas sobre otras. Septimus había escuchado toda aquella historia de barcos perdidos y reaparecidos, ballenas, cajones, estatuas, seguros marítimos y el calado del puerto de La Rochelle. Había oído explicar a Lempriére sus sospechas acerca del convenio..."

Pasemos a otra cosa totalmente distinta:

"Hasta quitarle Panamá a los yankis"
de Washington Cucurto


Primero lo primero.
En el otro lado de la contratapa (como mierda sea que se llame) figura una lista con el título "Resultado de una búsqueda en Google de las palabras "Cucurto es"". Entonces, primero lo primero:
Cucurto es indescriptible.
Cucurto es un impostor.
Cucurto es un infiltrado.
Leer a Cucurto es terriblemente divertido, te reís en medio de la sucesión de imágenes delirantes, grotescas, sexualidad al palo, salvaje y para quien caiga al plato; mientras, de contrabando, te encaja palabras claves y remisiones que hacen que te vuelvas a mirar la tapa del libro y preguntarte "¿Pero qué libro estaba leyendo?". Por ejemplo, en medio de la caravana nocturna de dos personajes se "cae" el piropo que dice algo así como "Te doy hasta quitarle Panamá a los yanquis", ¿entendés?, no dice: "Te doy, hasta el año 3000", o como tranquilamente podría decir el perfil de personaje que piropea "Te doy hasta que la pija me quede como un trapo, y agüita nomás"; ¡no!, le dice: "Te doy, hasta quitarle Panamá a los yanquis". Y eso no es gratis hermano, ¿no te parece? Hay algo ahí, ese plus me encanta. Cucurto es un infiltrado.
Leer a Cucurto es recibir señales de otros mundos, y es también asistir a la producción de un mensaje destinado a la "alta" literatura, apuntando al arte de salones habitados por viejas pitucas y viejos lascivos, esos que prejuicio (¿debo pedir disculpas?) tratan a Cucurto (o Vega, o Anachuri) como "atolondrado" y "borroso", manchado de populismo; disparando también contra la "vanguardia" iluminada, correctísima y experimental que, otra vez, prejuicio (¿debo pedir disculpas otra vez?) hablan de "trash" o de rasgos "xenófobos" y "machistas". Bué, en el medio del Barrio de Constitución en una bailanta, o reponiendo mercaderías entre las góndolas de un supermercado, o en encuentros homoxesualmente furtivos en un baño público, o correteando por las calles muchachas que trabajan cama adentro Cucurto envía señales:
-pag. 40: "Pato, que pereza man, Macunaíma sin poderes parecés. Patito, como te gusta seguir a las siervas del barrio". (¿Saben Ustedes todo lo que que hay que haber recorrido para llegar a saber de Macunaíma? Este es un comentario prejuicioso, así que opino que muy difícilmente el nombre Macunaíma pueda ser naturalizado en una charla rápida entre repositores del super)
-pag. 53: "Pasolinesco me corría más que nunca. Me senté en un banco y le dí lo que queríamos ambos"
-pag. 57: "¡Un colombiano de verdad! Como el que hace furor en sus siestas de sirvienta, café con aroma de mujer, o Betty la fea"
-pag. 58: "Me lo dicen sus ojos abiertos, obnubilados por mi "novela", llego a un nivel de creación y mentira asombroso, agrando todo, invento historias geniales, soy el punto exacto, tripartito entre Faulkner, Arenas y Albertito Migré, qué menjunje, qué guisada llena de porotos y lentejas, agüita la boca" (¡Dibuje maestro! Para relacionar a esos tipos hay que saber de que estamos hablando, hay que saber más de tres cosas; y novela-creación-mentira ¡JA! ¿Hace falta qe te explique?)
-pag- 62: "Se fue, como todos nos iremos un día de este infierno moderno de góndolas y gente-estúpida-compra-porquerías" (¿Escuchaste alguna vez "José Mercado" de Serú Girán?)
-pag. 85: "Salgo a las 23 horas, la noche estrellada, nerudiana, pero más que nerudiana, cucurtiana" (!!!) (Mostro, sos un genio, te autoreferencias para la tribuna, dalinesco lo tuyo, sublime)
-pag. 87: "la Autopista del Sur al costado la Basílica de Sagrada Constitución y atrás aparece como una nave espacial, un satélite que nos mandan los yanquis: las luces increíbles del Bronco Bailable" (Si amiguito, la autopista que va al sur de Buenos Aires no se llama "La Autopista del Sur", ni nadie le dice así, y con mayúsculas, a menos que esté citando a Cortázar)
Ya ves, entre cumbias, escenas turbias, jerga, trabajo inhumano y humanos explotados, relaciones fugaces como echarse un polvo de parado en una plaza o en el baño de un bar, aparecen esos mensajes en una botella. Cucurto es un impostor.
Cuando terminé ese largo relato que da nombre al libro, pensé en ese lenguaje que yo solo conocía como un marginal de ese mundo que nos presenta Cucurto, y pensé que era el idioma de muchísima gente con la que compartimos la ciudad, el barrio, el trabajo, el colectivo, el picado de fútbol, la calesita, un aula; y me di cuenta que nunca lo había leído en un libro, en un texto literario quiero decir, porque este del que estoy hablando no es un ensayo ni un estudio sociológico (menos antropológico, como a muchos le gustaría nominar). Y aquí se produjo el insignificante momento mágico, a saber (dos puntos): pensé en Jorge Asís. Ese Asís del que creo leí casi todos sus cuentos y novelas hasta que ya no me gustó su zigzagueante camino; el Asís del que guardo sus libros junto con los del HDP de Vargas Llosa (y algunos otros) escondidos detrás de otra pila. Jorge Asís que se hizo detestable a mis ojos desde hace mucho tiempo, pero que aún así no puedo dejar de opinar que el idioma de los personajes de Jorge Asís no está en ninguno de los libros de los miles de escritores argentinos; ese idioma que hablaban los sectores medios bajos y populares de los años 70. Y entonces, cuando avanzo hacia el próximo relato del Cucurto se ilumina el dios de la casualidad que es el que da cuerda a mi pequeño mundo, el título del segundo relato: "Flores robadas o el escritor al que nadie lee".
Siguen otros cuentos que también me gustaron bastante. Es el primero que leo de Cucurto, y sospecho que no será el último.
Para ir terminando este injustificado palabrerío dejo un fragmentito del comentario de contratapa escrito por Humberto Anachuri (crítico y electricista paraguayo): "No conocía Constitución antes de leer este libro y me han entrado unas ganas locas de no ir. El mundo de la bailanta no es así. Los paraguayos no somos así. La vida no es así, ni las mujeres son tan fáciles. Y supongo que tampoco Buenos Aires será como la cuentan acá".
Lo intenté, supongo que será un poco confuso, lo que pasa es que Cucurto es indescriptible.


"Cartas marcadas"
de Alejandro Dolina


Me costó muchos años reamigarme con Dolina, aún así pensé que ya no visitaría sus libros; pero bué este llegó de regalo de Navidad. Hacía unos meses lo había visto (y escuchado, a Dolina) en el programa de Canal 9 que viene después de TVR, "Puerto Cultura"; Dolina estuvo en la cresta de la ola, se las arregló para presentar sus temas favoritos, incomodar al entrevistador, lanzar guiños a sus seguidores y presentar su último libro, este (que no pensaba comprar, a pesar de haberme divertido su descubrimiento) del que voy a decir tres palabras insignificantes debajo de este renglón.
Leí "Cartas marcadas" en Enero, en sucesivas mañanas y tardes, tirado en mi hamaca paraguaya (que en realidad es brasilera) al lado de la pelopincho esquivando salpicaduras, mosquitos y rayos de sol. Me divertía mucho más de lo que pensaba; y me sembró algunos enigmas que todavía no me aventuré a tratar de descifrar, y no sé si algún día lo intentaré, tal vez me limite a guglear y al carajo todo ejercicio neuronal.
Es una novela.
(digo esto: "es una novela", porque hace un par de horas dejé un comentario en un blog -acto que no hacía desde siglos atrás- que comentaba el libro, y el autor del blog se empeñaba en afirmar que era un grupo de cuentos)
"Cartas marcadas" son 108 capítulos, como son 108 naipes los que forman dos mazos de cartas de poker (cartas francesas, les dicen). Ciento ocho capítulos de un Dolina auténtico, en su mayoría del mejor Dolina: el radiofónico, con algunas apariciones, tal vez necesarias o ineludibles, del peor Dolina: el televisivo. Sensacionales chistes viejos, personajes de barrio inconfundibles, leyendas dudosas, finas ironías, putas melancólicas, árboles que silban tangos, perfiles del siglo XIX, novela negra, bromas suaves,  un director de teatro que siempre que interviene lo hace por medio de un diálogo dramático, un secretario que se llama Boceto y habla esquemáticamente, París, Buenos Aires, la niebla; y ya que hoy es el cumple de Douglas Adams, la vida, el universo, la muerte y todo lo demás... ¿Qué más le voy a pedir? Nada más le pude pedir, aunque sin pedirlo hizo dialogar en mi cabeza los dos libros que había terminado de leer antes y que pensé que no podían encontrarse en ninguna esquina del universo literario; "Me Encantó" ese plus.

(¡¡¡ATENCIÓN!!! Ahora voy a transcribir algunos fragmentos, así que los que consideren que las novelas son como las películas abstenerse de leer. El que avisa no es traidor)

Algunos momentos:
-Pag. 236: Los sueños del Salzman suceden siempre en una mesa de juego "La mesa de juego empezó a agrandarse y los jugadores fueron quedando cada vez mas separados. Al cabo de un rato, el Tallador era un punto lejano. Cuando Salzman ya estaba solo en el mundo, alguien tocó su hombro.
- No tema. Es el universo que se está expandiendo. Aunque usted no lo crea, las estrellas se alejan de nosotros en forma continua y su velocidad es mayor a medida que aumenta la distancia. Hasta puede pensarse en constelaciones tan lejanas que escapan a velocidades cercanas a las de la luz. Para nuestra percepción daría lo mismo que no existieran.
-¿Quién es usted?
-Me llamo Hubble, Edwin Hubble. Disculpe si no le doy la mano, pero yo también me estoy alejando.
Salzsman experimentó un sudor cósmico. Le pareció que aquella era la verdadera y siniestra explicación del universo. Sintió en su cabeza el peso del olvido y de la ausencia.
En el sueño, o en la vigilia, sonó el timbre..."
-pag-266: Jorge Allen persigue a Nadine: "Una vos a su espalda le dijo:
-No mires. detrás de esa pared tan endeble están los hombres que no quisiste ser. Ellos no desean otra cosa que escaparse para suplantarte y encerrarte en ese pasillo.
Jorge Allen se dio vuelta, y se encontró frente a frente con Nadine Stéfano.
-Esto quiere decir que he llegado al centro... Y este es el tesoro. No me atrevo a decir que también es el monstruo.
-Nada de eso. Los corredores se mueven, se modifican. No soy el tesoro, soy el laberinto: encontrarme es extraviarse..."
-pag.395: Poniatowsky muere: "Los hombres hacen una última reverencia y empiezan a retirarse. Salzman es el último en salir. Antes de cerrar con llave, apaga todas las luces. La sala desaparece devorada por las tinieblas. La ausencia para Poniatowsky es brutal. No hay amigos ni parientes, ni vecinos. Ni siquiera está él mismo. Así es la muerte"
-pag.414 (pertenece al Capítulo 89 -K de Tréboles, que es un imperdible trompe -l'oiel et mise en abyme): envase de Relusol o caja de galletas Canale (según mi experiencia infantil) Jorge Allen recibe un regalo: "Jorge Allen empezó a desenvolver su paquete de colores. Era un regalo de Alicia, la colorada. Sin embargo, el poeta no estaba del todo seguro. Lo había encontrado entre sus manos, allí mismo, en el Satori, un segundo después de bajar de una lancha en una llorosa isla del Delta. Una tarjeta sin firma decía con caligrafía afectada: Adentro está mi amor.
Mandeb le aconsejó atribuir el obsequio a la que más le gustara y abstenerse de toda indagación. Allen arrancó el envoltorio y ante sus ojos apareció una caja de madera trabajada con cierta delicadeza. La abrió en seguida con la esperanza de que fueran bombones o alguna otra golosina.
Pero la caja estaba vacía..."
-pag.427: Una mesa compartida en el cabarulo Satori: "Una noche la niebla invadió el interior del cabaret Satori. A las tres de la mañana, separados por la bruma, Marco Ferenzky, Jorge Allen, Manuel Mandeb y casi todos los clientes habituales llevaban adelante una penosa conversación. El cuerpo principal estaba constituido por el silencio. Los hombres hablaban de modo esporádico sin que una frase se rozara con la siguiente. Allen estaba en el rincón más alejado.
-Ínfimo escalón de la indignidad: un enamorado acepta ser amigo de la mujer deseada. Oye sus confidencias, se entera de que ama a otros hombres y sufre en silencio.
Un rato más tarde, Mandeb le respondió:
-El ansioso lee salteado. Suprime las descripciones y busca las bisagras del argumento. Es sabio vivir salteando los episodios aburridos, que son casi todos. Eso sí: la vida de un ansioso omnipotente no duraría ni una semana.
Sobre el pequeño escenario tal vez bailaba una mujer semidesnuda, pero nadie podía saberlo. Marco Ferenzky intervino:
-La gran utilidad de la piedra filosofal es que su dueño puede volar. Conviene cosérsela a los calzoncillos. Pero en realidad, volar significa eficacia venérea..."
-pag.448: Mandeb y Ferenzky aprovechan que la niebla da una tregua y hablan de constelaciones mirando el cielo nocturno: "Mandeb vio que la niebla se insinuaba otra vez.
-Tal vez podría pensarse que antes de Orión, de las Pléyades, de la Balanza, de la Serpiente, de Castor y Pólux o del Toro de Creta, el cielo era terciopelo negro sin las piedras preciosas que se agregaron después.
Ferenzky tosió, escupió y se rascó la espalda contra un árbol. Después miró hacia el cielo que ya se estaba apagando.
-Póngale la firma. Las estrellas son hijas de la poesía, así como las constelaciones son fantasías de nuestra mente: no existen en realidad. Las vemos como dibujadas en un cielo chato. Pero en verdad lo que parece una tela es profundo e infinito. Si usted se instalara en Rigel, la estrella coloradita que está justamente en Orión ya no podría concebir a Orión. Sus astros aparecerían desparramados como mierda de loco, o no serían visibles, o no se conectarían de manera alguna. Quiere decir que las constelaciones son puro pensamiento, puro lenguaje, puro énfasis o pura perspectiva. No se engañe, Mandeb: los hechos no existen antes de ser subrayados para salvarlos el merengue continuo de procesos y cosas que hierven en el caldero del universo. Son la realidad, pero una realidad que solo puede describirse y fijarse nombrándola, recortándola, en marcándola.
La niebla se cerró completamente en la calle Artigas. Un rato después escucharon la voz del loco Fineo.
-Arrepiéntanse, vecinos de Flores. El fin del mundo ya tiene fecha fija... Ya no es tan sólo una inminencia imprecisa. Ya sabemos el día y la hora. Hermanos: el mundo terminará a la medianoche del 24 de junio. ¡Qué los débiles abandonen toda esperanza!... ¡Qué los poderosos vayan poniendo el culo en remojo! Las colaboraciones son a voluntad.
Ferenzky le dio al ciego una moneda de luna.
-El 24 de junio es una fecha muy acertada para la aniquilación universal. Es la navidad al revés... es el día en que resulta más fácil conmover al demonio... Es el día de las hogueras orgiásticas... Es el día de la muerte de Carlos Gardel. Tiene mucho sentido..."
-pag.477: el viejo Ferenzky decía: "Una tarde el viejo Ferenzky respondió a preguntas parecidas a estas negando terminantemente la continuidad de los sujetos:
-No hacemos más que sustituirnos a nosotros mismos. Las deudas y las promesas son abusos de los seres que fuimos en el pasado. La ley nos impone una fe burocrática, conforme a la cual un escolar de 1956 y el carpintero calvo de la esquina son la misma persona, tan solo por llevar el mismo nombre y el mismo número de documento. ¡Patrañas!... No hay un único sol sino uno nuevo cada mañana..."
-pag.486: Ferenzky sigue: "Ferenzky se sacó un zapato y lo olió.
-Ate vive en su colina pero todos los días vuela invisible entre los humanos y pone sus pies sobre la cabeza de las personas. De allí provienen las equivocaciones, por muy macho que se crea Sigmund Freud. Ahora escuchen bien... El error considerado en sí propio es invisible, y por eso mismo eterno. Nadie ha sentido jamás el efecto sustantivo de un error. El inciso estoy equivocado es una paradoja..."

Bué, y ahora me gustaría transcribir el Capítulo 53 - 3 de Corazones completo, pero no, estoy cansado. Lo dejo para más adelante, mañana, pasado, nunca-jamás; tal vez lo transcriba en una próxima entrada.

Y ya si que son mucho más que las cuatro y diez, me doy prisa, te dejo mi carta favorita sobre la que me gustaría decir algunas palabras, pero no hoy.

Ciao, y ¡que la pasen salvaje!


viernes, 1 de marzo de 2013

Angola, yo te saludo. Ahí van: Tres Canciones, Un Libro y Algunas Palabras



La primera vez en el 2013 que entré a este blog andaba flameando por allá abajo la banderita de Angola. Entonces me prometí que la bandera de Angola sería lo primero que publicaría este año. Hoy cumplo (Anibal cumple, Nejimaki dignifica).
No tengo ni idea, ni me imagino que andaría haciendo alguien de por allá en este sitio extraño, y tal vez no tanto … no me respondí.
Recordé si que un zigzagueante periodista (que no voy a nombrar) presentó un informe sobre la actualidad de Angola que en muchos momentos rozó el fascismo y en otros muy lamentables el racismo más básico (si es que el racismo puede no ser otra cosa más que básico). Lo peor, bué lo peor no, lo peor fue el enfoque facho y racista, digamos, lo tercero peor fue que las mentiras y medias –ni-medias- verdades que se presentaban eran arteras y exageradamente miserables, más teniendo en cuenta que el neo-facho periodista sabía muy bien que lo eran, ya que su derrotero profesional (nunca amateur) que hoy lo trae a defender los más indignos monopolios debió pasar por un conocimiento de lo que sucedió en Angola en los últimos 40 años.
Angola puede parecer un país perdido en el culo del mundo si sos un ignorante estructural; pero si te interesa analizar los medios que nos dimos los humanos para resolver los problemas “prácticos” del mundo, eso es la economía, la política y su sucedáneo (la guerra), y resulta que tenés más de 40 años no podés no haber discutido sobre Angola en los ‘70s, en los ‘80s, en los ‘90s y en el siglo XXI; sería como no saber que en Sudáfrica existía un sistema de segregación racial denominado apartheid.
Muy sintéticamente,
Quiero decir,
Angola” fue un nombre muy citado a la hora de discutir sobre política. Angola fue uno de los campos de batalla donde se libró “calientemente” la guerra fría, y no solo eso, el triunfo del MPLA en su frontera sur fue un empujón final para la derrota definitiva del sistema del apartheid sudafricano. Y por si todo eso fuera poco el nombre de Angola estuvo muy ligado a ese otro maravilloso: Cuba.
Así que si te gustó tragarte todo lo que te contó ese gordo infame hace casi un año por la cadena nacional de la mentira y el desánimo, por lo menos es bueno que sepas que él sabía muy bien de que estaba hablando cuando hablaba de Angola, y contaba con tu ignorancia y la de millones de boludos que se asustan de que nombren a un "Papa negro".


Si no te tragaste una mierda, te gustará escuchar estas tres canciones y recordar o saber de este libro que dejo y menciono por aquí abajito nomás.




"Havemos de voltar"
Agostinho Neto Pablo Milanés



Às casas, às nossas lavras 

às praias, aos nossos campos 
havemos de voltar. 

Às nossas terras 
vermelhas do café 
brancas de algodão 
verdes dos milharais 
havemos de voltar. 

Às nossas minas de diamantes 
ouro, cobre, de petróleo 
havemos de voltar. 

Aos nossos rios, nossos lagos 
às montanhas, às florestas 
havemos de voltar. 

À frescura da mulemba 
às nossas tradições 
aos ritmos e às fogueiras 
havemos de voltar. 

À marimba e ao quissange 
ao nosso carnaval 
havemos de voltar. 

À bela pátria angolana 
nossa terra, nossa mãe 
havemos de voltar. 

Havemos de voltar 
À Angola libertada 
Angola independente.




"Un día más con vida"
de Ryszard Kapuściński
Este librito de Richar Kapus es sensacional desde casi todas las esquinas que quieras mirarlo. Lo escribió en 1976. Si querés saber algo de Angola, bien contado, como una novela de aventuras, en tres palabras, no podés dejar de leerlo. Aquí en 182 páginas está todo lo que necesitás para empezar a recorrer un camino que te evite andar escuchando boludeces por ahí.



"Veterano"
de y por Frank Delgado
Esta canción de Frank Delgado ofrece uno de los puntos de vista cubanos sobre la guerra revolucionaria de Angola. Me parece un muy buen tema de discusión; la participación cubana en Angola, la guerra fría-caliente, el internacionalismo, bué, la revolución. Nos gastamos las palabras y las noches (y algunas amistades) hablando de esto 20 años en los bares, y nunca terminamos por ponernos de acuerdo. 



"Playa Girón"
Esta es la primera canción de Silvio Rodríguez que escuche en mi vida, en la plaza de un pueblo de los Campos de Santa Fe hace más de 30 años, cantada por un par de muchachos que ya estaban en la universidad (el Rafael y el Chori). Fue el punto de partida de uno de los caminos que ando recorriendo en mi vida; uno de los caminos que resultó muy bueno (si lo digo yo, ¿cierto?)
"Playa Girón", es muchas cosas, pero también es también un barco. Esa historia puede leerse en un millón de lugares de la World Wide Web, es tu turno si te interesa

Y ya ves, dándome prisa que ya son las cuatro y diez, te digo que ya sé que esto no es mucho, ni es poco, es casi nada, pero es la punta de una madeja que creo es interesante desenrollar; me gustó que hayas escuchado esas canciones y hayas leído hasta acá, te dejo un beso y una flor ...

¡Ciao, Que la pases salvaje!

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Inventario antes de fin de año (7 Libros, 5 Películas, 3 Pinturas)

"El Apocalipsis" de Antonio Berni

No sea cosa que el 21 pase eso del Apocalipsis y estos seis libros de ficción (¿de ficción? ¿hay alguno que no lo sea? ¿Debí haber usado la palabra "novela"?) que son algunos de los que leí en estos últimos meses se queden fuera del inventario que también es este blog. Creo que uno que otro hace más de unos meses que lo leí, pero como seguía amontonado en mi mesita de luz lo metí acá y ya, volverá en unos minutos al estante donde vive hasta que le toque (si tiene suerte) alguna relectura. El orden fue el azar que le dio el "Inserta imagen", y ya saben, solo es ayuda-memoria que no sé porque carajo tengo que divulgar en la World Wide Web; será una pregunta para el analista que no tengo, o será directamente una forma de evitar tener ese analista que no tengo, o será, o que será qué será ...



"La elegancia del erizo"
de Muriel Barbery


¡Puta Madre! No anoté nada en esas hojitas en blanco que quedan al final del libro. Eso puede querer decir dos cosas: 1) Que nada me llamó mucho la atención; 2) Que todo me pareció muy por encima de la media y era difícil resaltar algo. Bué, en realidad ninguna de las dos. Hay muchos buenos detalles para destacar, incluso algunos excelentes; la parte agria del gusto agri-dulce (¿te acordás? como esos caramelos de envoltura colorida según la fruta y tan duros que hacía que uno prefiriera los sugus; porque, es necesario decirlo, para caramelos duros no había como los media-hora) que me dejó este libro (eso sí, un poco por encima de la media), la parte agria, decía, es la que suena pretenciosa y artificiosa (osa osa osa), eso con unos vapores de mirada pequebú de la realidad y derrapando en moralejas posmo-fin-de-siglo. El personaje de Paloma algo fallido y haciendo agua, y una Renée fantástica; Renée salva todas las lagunas y desviaciones aunque uno pueda no coincidir en toda su visión del mundo. La aparición del Japón primero, del Sr. Kaburo luego y finalmente de su mano (de la del Sr. Kaburo) "Las Hermanas Munekata" de Yasujiro Ozu, levantan la historia y hacen olvidar algunos despistes que agrían un poco la lectura.


Les transcribo algunos (bué todos) renglones de las dos primeras páginas
"...
 -Marx cambia por completo mi visión del mundo -me ha declarado esta mañana el hijo de los Pallières, que no suele dirigirme nunca la palabra.
Antoine Pallières, próspero heredero de una antigua dinastía industrial, es el hijo de una de las ocho familias para quienes trabajo. Último bufido de la gran burguesía de negocios -la cual no se reproduce más que a golpe de hipidos limpios y sin vicios-, resplandecía sin embargo de felicidad por su descubrimiento y me lo narraba por puro reflejo, sin pensar siquiera que yo pudiera estar enterándome de algo. ¿Qué pueden comprender las masas trabajadoras de la obra de Marx? Su lectura es ardua; su lenguaje, culto; su prosa, sutil; y su tesis, compleja.
Y entonces por poco me delato como una tonta.
 -Deberías leer La ideología alemana -le digo a ese papanatas con trenca color verde pino.
Para comprender a Marx y comprender por qué está equivocado, hay que leer La ideología alemana. Es la base antropológica a partir de la cual se construirán todas las exhortaciones a un mundo nuevo, y sobre la que reposa una certeza esencial: los hombres, a quienes pierde el deseo, harían bien en limitarse a sus necesidades. En un mundo en el que se amordace la hibris del deseo podrá nacer una organización social nueva, despojada de luchas, opresiones y jerarquías deletéreas.
 -Quien siembra deseo, recoge opresión – a punto estoy de murmurar como si solo me escuchara mi gato.
Pero Antoine Pallières, cuyo repugnante y embrionario bigote nada tiene de felino, me mira desconcertado por mis extrañas palabras. Como siempre, me salva la incapacidad que tienen los seres de dar crédito a todo aquello que hace añicos los marcos que compartimentan sus mezquinos hábitos mentales. Una portera no lee La ideología alemana y, por lo tanto, no podría de ninguna manera citar la undécima tesis sobre Feuerbach. Por añadidura, una portera que lea a Marx, a la fuerza lo que le interesa tiene que ser la subversión, y le vende el alma a un diablo llamado CGT. Que pueda leer a Marx para elevar su espíritu es una incongruencia que ningún burgués llega a concebir siquiera.
 -Saludo a tu madre de mi parte –masculló, cerrándole la puerta en las narices, con la esperanza de que la fuerza de prejuicios milenarios cubra la disfonía de ambas frases..."

Bué, tal vez no coincida con las apreciaciones de Renée, pero ¡qué manera de empezar un libro, che! Me recuerda que hacia desde uno de Murakami que no sabía de personajes que leyeran "La ideología alemana", razón que me hace pensar en lo "japonés" otra vez, y que es la parte de este "La elegancia del erizo" que más me gusta.
Para finalizar este mucho-más-largo-de-lo-que-yo-pensaba comentario les transcribo la sensacional Tesis Nº 11 sobre Feuerbach de Marx:
"Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo"




"El oficinista"
de Guillermo Saccomanno


Este sí que lo recuerdo muy bien. Es el primer libro que leo de Saccomanno, a quien vi muchas veces en programas de tele hablando de libros, claro. Lo manoteé al pasar hacia la caja de la librería por la sola atracción que me generaba el título; supuse que la historia hablaría de alguien como yo. El libro habla de alguien como yo; es durísimo reconocerse en cada página, pero no deja de ser un buen ejercicio.
El cuento está situado en una hipotética Buenos Aires (creo que nunca dice en que ciudad, pero uno puede reconocer un lugar que conoce muy bien, y quiere demasiado, por más deformado que pueda aparecer), lluvia ácida, violencia y algo de tecnología que vendrá. Un oficinista como centro de un via crucis que podría pasar pasado mañana, o, helando tu gesto, al saber que está pasando en esta décima de segundo en cualquier parte del mundo, incluso en la parte del pequeño mundo que soles habitar. Es inevitable que tu cabeza transite por películas como "Blade Runner" o "Brazil"; y en algún momento el ambiente parece ir más allá del simple "homenaje" o "guiño de ojo al lector".
Aparte de descubrir "cine" que tengo super-masticado (masticado con muchísimo gusto por otra parte), me gustó por sobre lo que normalmente me gustan las cosas que leo.
Te transcribo unos renglones del Capítulo 31
"...
Las tres de la madrugada en todos los relojes de la ciudad. Las tres de la madrugada en las calles mojadas. Las tres de la madrugada en los pórticos donde yacen los sin techo. Las tres de la madrugada en las estaciones de subte. Las tres de la madrugada en las plazas de cemento. Las tres de la madrugada en las autopistas desiertas. Las tres de la madrugada en los escombros llameantes del último atentado. Las tres de la madrugada en el campamento guerrillero. Las tres de la madrugada en los cuarteles. Las tres de la madrugada en las pistas de aterrizaje. Las tres de la madrugada en los hangares, los helicópteros quietos con sus hélices húmedas de sangre de murciélagos. Las tres de la madrugada en los hospitales silenciosos. Las tres de la madrugada en las celdas de las comisarías y en el hacinamiento de las cárceles. Las tres de la madrugada en el puerto. Las tres de la madrugada en los palacios del gobierno. Las tres de la madrugada en la oficina desierta. Las tres de la madrugada en el departamento donde su mujer y la cría duermen.  Las tres de la madrugada en el departamento de la secretaria. Las tres de la madrugada en el country donde vive el jefe con sus adoptaditos balcánicos..."





"La bailarina de Izu"
de Yasunari Kawabata


Este es un libro que puede reflejar muy bien la mierda que significa el negocio editorial. Un libro innecesario a menos que editar un libro solo signifique escapar con un puñado de dólares y la oportunidad de publicar una mediocre monografía a modo de prólogo.
Dicho eso, creo que muy claramente, digo: Yasunari Kawabata es excelente. Kawabata es tan bueno que aún a casi 100 años de haber escrito lo que se publica en este libro y a 40 de estar muerto puede sacar la cabeza de entre la mierda del negocio editorial y mostrarnos imágenes de pura belleza en unas fragmentadas páginas que él mismo desechó publicar.
¿Para qué puede servir un libro como este? Para ver el proyecto de un artista que todavía no lo es en toda su dimensión; para empezar a conocer que este tipo es mucho más que un atrayente nombre en japonés; para que unos vivos hagan unos mangos; para que una traductora publique un texto casi universitario.
Si por casualidad o accidente leiste estas líneas, me tomo el atrevimiento de aconsejarte que leas a Kawabata, pero no este libro. Kawabata puede acercarte, aparte de belleza y cierta profundidad como al descuido, una manera de entender como se mira el mundo desde aquella esquina del planeta, como las categorías occidentales dialogan, se besan, se destruyen delante de tus ojos, y luego construyen imágenes nuevas con elementos que creíamos conocer muy bien.



"In the Country of Last Things"
de Paul Auster


Fue increíble. Me llegó en una época del año en que me obligo a leer "escolarmente". Había apenas acabado el de Saccomanno y quise escuchar una voz que me sonara bien diferente para sacudirme el clima apocalíptico y opresivo de "El oficinista". Y agarré este de Auster. Vaya-vaya-vaya, what a surprise! Salía de una Buenos Aires invadida por helicópteros, explosiones y perros clonados y me sumergí en una New York post-tecnológica, amurallada, horrorosamente desvastada, extrañamente corporativa y con algunos resplandores bradburianos (si me permiten decirlo así salvajemente, bué, ya lo dije y no creo que me explaye).
(Repito lo de más arriba: "creo que nunca dice en que ciudad, pero uno puede reconocer un lugar que conoce muy bien" -esta vez por las películas y algún paso fugaz- "y quiere demasiado" -¿por qué no?- "por más deformado que pueda aparecer")
Paul Auster siempre me gusta, a veces mucho, alguna un poco, y otras me parece genial (como en la "Música del azar" por ejemplo).
Pero como dicen las tías solteronas, o que merecieron serlo, primero lo primero. Y para mí lo primero en "El país de las últimas cosas" es decir que el relato tiene ritmo, la historia está contada con swing, desparrama smowing como si estuviera sumergida en Ginebra Bols y la hubiese escrito el Loco Gatti.
Es una historia inquietante. A primera vista inquietante, porque aunque esté presentada en un mundo que nos resulta evidente que todavía no es, nos podemos representar su posibilidad cierta según el rumbo que parece podríamos tomar los humanos como sociedad. Y doblegando la apuesta, reflexivamente inquietante, porque cualquiera que pueda realizar un mínimo movimiento más de la inteligencia mientras lee, sabrá que las situaciones que van sucediendo en la historia no solo pueden ser una metáfora del mundo actual, sino también imágenes crudas (y crueles) del "aquí-y-ahora".
En fin, gente que busca gente desaparecida que busca gente desaparecida en una ciudad-sociedad degradada en casi todos los sentidos y por casi todas las personas. Esos "casis" son los que nos salvan.
Bué, una tarea "escolar" que resultó muy agradable en el ritmo que le imprimió el artista, aun en la angustia de haber vivido dentro de ese relato; y ya sabés, con solo cerrar el libro te despertarás nuevamente en este mundo maravilloso que habitamos (?)



"Una historia del mundo en diez capítulos y medio"
de Julian Barnes


No sé porque seguía este libro en mi mesita de luz. Lo leí en Julio del año pasado, luego de un viaje de un mes y medio, después de 8 años sin vacaciones y de una relectura del "Ulises" de Joyce; supuse que una historia del mundo en tan solo 350 páginas sería una actividad ligera que me restablecería a mi realidad de oficinista, dejando atrás ese sueño national-geographic que había logrado cumplir. Bué, me restablecí a mi vida de oficinista sin ningún trauma (mmmmmmm) decorando mis horas libres con esta historia de la carcoma a través del tiempo del planeta.
La carcoma siempre menguando alguna nave, incluso algún sillón, según recuerdo; desde el Arca de Noé hasta una nave espacial, con un final Monty Python y con ¡fútbol!.
Acabo de releer algunos pasajes para acordarme de lo que no me acordaba y veo que está mucho mejor de lo que me acordaba (no hay ninguna anotación en las últimas páginas en blanco de mi libro, excepto las palabras mariposas y Kurosawa). Pero de lo que si me acordaba muy bien es del capítulo que más me había gustado, y veo releyéndolo que realmente es muy bueno.
Mi preferido, según mi memoria, es el Capítulo 5: "Naufragio". Veintiocho páginas excelentes que cuentan una historia del naufragio de la fragata Medusa; sí, esa con cuyas maderas construyeron la balsa inmortalizada en un magnífico cuadro que imaginó y pintó Géricault (cuadro que está en alguna entrada vieja de este blog). Unas páginas que si tenés algo entre oreja y oreja estimularán tu curiosidad.
Les transcribo aquí y ahora una pregunta que aparece allí (y de la que se intenta una respuesta exhaustiva, creo):
"¿Cómo se puede transformar la catástrofe en arte?"



"City"
de Alessandro Baricco


¡Wwwooooooooo! De este libro sí que no sé que decir. Dice Alessandro Baricco: "Hay un chico que se llama Gould y una chica que se llama Shatzy Shell (ninguna relación con el de la gasolina)". Pero la verdad es que hay mucho más, de una manera que es imposible resumirlo; tal vez el título sea un intento de decirlo; leer "City" es como caminar por una ciudad, por una ciudad interesante. Los personajes irrumpen delante de tus ojos, y ya no es fácil dejarlos ir (¡Hey! ¡Perseguidor! Un joven genio -Gould- y una chica como alguien cualquiera -Shatzy¿capaces de ver la elegancia que lleva el erizo?).
(Antes de seguir me voy a tomar unos minutos, comer pizza y tomar un fernet, luego vuelvo)


(Volví)
Y están Diesel y Poomerang, y los profesores Taltomar y Kilroy cada cual en lo suyo, ¡y Larry!, y ese Western maravilloso. Y esa escena en el MacFastFood digna de Beckett. ¡¡¡Hay fútbol!!! ¿Y las "Nymphéas" de Monet?.
No sé que dice la crítica especializada, ni me importa, incluso me importa menos de lo que le pueda importar a nadie esto que estoy escribiendo acá y vos estás leyendo. No sé si es una gran novela o una más-o-menos, lo que sí sé: es que es como un gran boulevard parisino que lleva una anécdota fantástica en cada cuadra y si  no te la cuentan o no la descubrís ¿qué mierda importa?, total después de cruzar la calle seguro encontrás alguna que esté a la altura de tus expectativas.

Algunos renglones, elegidos (casi) al azar (a los que me gusta llamar como puaj):
"...
Fotografían las Nymphéas.
Conmovedor. La muleta arrojada contra los cañones del enemigo. Objetivos de 50 mm lanzados en picado como retínicos kamikazes contra las flotas de ninfeas huidizas. Ni siquiera el flash está permitido por los despiadados preceptos del reglamento: impresionan películas buscando encuadres humanos —imposibles— corregidos por mortificantes flexiones de rodillas, torsiones del tronco, oscilaciones sobre el centro de gravedad. Mendigando una mirada cualquiera, confiando quizás en el milagroso y químico socorro del cuarto oscuro. Los más conmovedores —entre todos, los más conmovedores— proclaman a gritos su derrota al interponer entre objetivo y ninfeas la mortificante presencia corporal de un pariente, generalmente colocado, como un gesto simbólico de rendición, de espaldas a las ninfeas. Durante años, más tarde, saludará a invitados y amigos, desde encima de una cómoda, con una apagada sonrisa, como un primo que naufragara, años atrás, en un estanque de nymphéas, hélas, hélas. El viejo pintor desvergonzado se los lleva consigo, así, perdidos en una tarea imposible, mirar una mirada inexistente, conquistados y vencidos, saqueados por su astucia, los hombres simplemente, por él, de sus ninfeas, colores, pinceles malditos, la mirada que él vio, nunca más vista, agua, ninfeeeeeeeeeas y. Todavía hoy lo odiaría por esto. No se perdona a los profetas de profecías ilegibles, y durante mucho tiempo pensé que él pertenecía a esa ralea, la peor de todas, los malos maestros, estaba convencido de  que, en definitiva, la mirada que él había imaginado era una mirada inútil porque era inaccesible a los demás y estaba reservada para él, que no había sabido hacerla mirable. Era despreciable por ello, ya que eliminada aquella acrobacia perceptiva —esa enloquecida excursión más allá de todo punto de vista, a la búsqueda de cierto infinito—, eliminada esa aventura pionera de la sensibilidad, quedaba sólo un mar de ninfeas desenfocadas, un ensayo hipertrófico de impresionismo, esa deletérea y tramposa técnica en la que la mediana inteligencia burguesa adoooooora reconocer la irrupción de lo moderno, electrizada por la idea de que eso haya sido una revolución, y casi emocionada por la idea de que haya podido estimarla, a pesar de ser una revolución, constatando que en el fondo no ha hecho daño a nadie —new for you, finalmente una revolución pensada expresamente para las señoritas de buena familia, de regalo en todas las cajitas la emoción de la modernidad — puaj. No podía hacerse otra cosa más que odiarlo por lo que había hecho, y lo odié todas y cada una de las veces en que entré en las dos salas de la Orangerie, en París, saliendo siempre de allí derrotado, todas y cada una de las veces, durante veinte años. Y todavía lo odiaría hoy —inútil profanador de las superficies curvas— si no me hubiera sido dado, en la tarde del 14 de junio de 1983, ver a alguien —una mujer— entrar en la sala 2, la más grande, y, delante de mis ojos, ver las Nymphéas —ver las Nymphéas revelándome de ese modo que eso era posible, no para mí, posiblemente, pero, de forma absoluta, para alguien en este mundo: aquella mirada existía, allí dentro, y había un dónde que era el principio de la misma, la parábola y el final..."



Tenía pensado dejar aquí la canción "O quê será" de Chico Buarque, pero será (o, si qué será) una tarea de deberán llevar a cabo Ustedes; en cambio, dándome prisa que ya son las cuatro y diez, los invito a escuchar la música de Wagner que si no me equivoco acompaña las imágenes del Apocalipsis (Ahora) que vemos ahí abajo; ¿se escucha? (mientras Robet Duvall piensa en ese olor que le gusta sentir por las mañanas, y nos hace pensar, muchachos, que el apocalipsis pasa a cada rato y muchas veces miramos para otro lado)
¡Ciao, que la pasen salvaje! 
(10 - 9 - 8 - 7 - 6 - 5 -4 3 -2 -1 - ¡Cero! ¿Apocalipsis Now?)