
Me acuerdo (“Je me souviens” diría Georges Perec) de un poster (un “poster” es un afiche) que tenía una de mis primas mayores, 5 años mayor por lo menos, Pipí (que ya para esa época, esa época en que yo ví su poster, se enojaba mucho cuando le decíamos “Pipi” en lugar de su nombre), el poster que mostraba una escena bucólica o romántica (si bucólica y romántica no son la misma cosa) medio nebulosa de fondo del siguiente poema:
“Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a tipero a ti no te amarán como te amaba yo.”
Yo (Nejimaki) debía tener unos 10 o 12 años y aquel poema me parecía muy ingenioso, ahora que tengo 45 me lo sigue pareciendo. No estaba para poemas, paisajes de Sarah Kay y cosas de ese estilo en aquellos años.

Un tiempito de estar en Buenos Aires en el año 1983 y ya sabía muy bien quien era Ernesto Cardenal y que ser “sandinista” no era solo una licencia poética de un disco de The Clash.
Me acuerdo (“Je me souviens” diría Georges Perec) de haberlo visto en el programa “Cordialmente” de Pinocho Mareco.
Me acuerdo (“Je me souviens” diría Georges Perec) con alegría y un poco de orgullo (en realidad mucho de orgullo) en el año ‘87 u ‘88 haber charlado unos diez minutos (tal vez 3) con él en la calle Florida una medianoche que volvíamos del laburo con mi amigo Billy (el tercer misionero, de Misiones, que conocí personalmente; el primero fue el Lobo Fisher, el segundo Finito Gehrmann).
Me acuerdo (“Je me souviens” diría Georges Perec) que la lectura del libro “En Cuba” de Ernesto Cardenal me empujó a tomar una serie de decisiones que cambiaron mi vida de una forma en la que uno puede reconocer como un “antes y después”. (Aparte me ocurrió algo muy curioso con el “objeto libro” En Cuba, un hecho tan insignificante que merece ser contado en este blog).
Durante muchos años he leído libros donde se citan sus poemas (los de Ernesto Cardenal), transcripciones de fragmentos de sus poemas, por supuesto que lo he visto a él en muchos reportajes, e incluso alguna que otra vez tuve que escuchar como lo mentaba Jacobo Winograd contando alguna dudosa anécdota.
Sobre sus libros de poesía, me acuerdo (“Je me souviens” diría Georges Perec) haber visto solo “El Estrecho Dudoso” editado por Nueva Imagen (editorial que ya no existe, creo) y sus poemas en alguna antología de poesía nicaragüense, muy leída en aquellos ochentas al ritmo en que descubríamos la revolución sandinista real, y no la que nos habían mostrado por años los medios de la dictadura (que curiosamente siguen siendo los mismos medios de ahora, bué, casi todos).
Luego Julio Cortázar, claro, y su “Apocalipsis de Solentiname” y Manu Chao y su “Sueño de Solentiname”, y mi viaje a Nicaragua con intento fallido de llegar a las islitas de Solentiname, y su (de Ernesto Cardenal) “Evangelio en Solentiname” ‘escrito’ con su gente del Archipiélago de Solentiname; y todo lo demás que no me acuerdo ahora (traicionando a Georges Perec y su “Je me souviens”).

... entonces, quería contarme que fue una sorpresa muy agradable haber podido enterarme que estaban editadas en 3 tomos todas sus poesías, primero, y conseguir después que llegasen a mis estantes estos libros. Pero, y siempre pero, la sorpresa mayor fue haber leído por primera vez muchos de sus poemas que son larguísimos, hemosísimos, rarísimos, y muchos ísimos más, y que son una especie de épica americana como nunca había leído de otro latinoamericano y con una mirada que me gusta mucho, especialmente porque mira desde la misma esquina en que me da por mirar a mí (¿por qué otra cosa sería sino?).

Un abrazo amigos, y si no los veo ¡Feliz Año Nuevo! (y lo que queda del viejo):
“Ciudad Rama”
Las calles del Rama son verdes
y por ellas solo caminan gallinas
¿la gente las cruza por puentes?
y las aceras en zancos son muelles.
Hay botes rotos en las calles.
Tiendas de chinos de tablas podridas
y tras los palos de fruta pan
el campanil de lata de
la iglesia de los misioneros capuchinos
como de plata
y sobre la Comandancia
la banderita azul y blanca de Nicaragua.
Y abajo
un picante corta el agua verde del río Rama
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